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La prevención y control de las enfermedades infecciosas en la industria avícola es de gran importancia. Es así como, existen una serie de protocolos de bioseguridad que ayudan a que se reduzca el número de patógenos que ingresan a las granjas y plantas de incubación. Esto involucra diversos manejos como son: higiene, limpieza, orden, disciplina, manejo ambiental, control de plagas y otras acciones preventivas como la vacunación.
La desinfección es el proceso mediante el cual se destruye o inactiva, dentro de un tiempo determinado, la presencia de microorganismos patógenos que puedan estar presentes (Sumano et al., 2015).
En el caso del manejo de huevos, los productores deben asegurar la calidad del producto en mención, por lo que optan por realizar una serie de prácticas sanitarias, incluyendo la desinfección, con la finalidad de disminuir la carga bacteriana que se encuentre adherida a la superficie de la cáscara y reducir la contaminación interna del huevo (Cantor, 2015).
Para realizar el proceso de desinfección se utilizan distintas sustancias químicas, las que se conocen como desinfectantes. Los desinfectantes actúan sobre los microorganismos y sus procesos celulares vitales, mediante el control de su multiplicación o eliminando al agente (Kahrs, 1995; Sumano et al., 2015). Este debe ser capaz de demostrar su efectividad contra patógenos determinados, siendo lo más específico posible en su aplicación, de manera que un productor pueda elegir la mejor opción a utilizar (Kennedy et al., 2000).
Existen varios grupos de desinfectantes, siendo clasificados por sus características moleculares o su acción. Los principales desinfectantes usados en medicina veterinaria son los siguientes: ácido clorhídrico, ácido acético, ácido cítrico, alcoholes, aldehídos, álcalis, biguanidinas, halógenos, agentes oxidantes, compuestos fenólicos y amonios cuaternarios (Sumano et al., 2015).
Los amonios cuaternarios representan una familia de compuestos antimicrobianos considerados como agentes activos catiónicos potentes en cuanto a su actividad desinfectante, ya que son activos para eliminar bacterias grampositivas y gramnegativas, aunque éstas últimas en menor grado, así como hongos y virus (Sumano et al., 2015). Actúa desnaturalizando las proteínas de los microorganismos al modificar su estructura química, disminuyendo la tensión superficial e incrementando la permeabilidad celular, produciendo lisis en la célula (Sumano y Gutiérrez, 2010; Sumano et al., 2015).
Entre los amonios cuaternarios tenemos al Cloruro de Benzalconio que es de primera generación, activo contra bacterias Gram positivas, el cual tiene acción bacteriostática a dosis bajas y bactericida a dosis altas (Sumano y Gutiérrez, 2010). También tenemos al Cloruro de Didecil dimetil amonio que es un amonio cuaternario de cuarta generación, tiene una actividad germicida superior, no producen espuma y presenta una alta tolerancia a las cargas de proteína y al agua dura (Sumano et al., 2015).
Los aldehídos son una clase de compuestos orgánicos que resultan de la oxidación simple de los alcoholes (Neuman, 2013). Actúan mediante la alquilación de los grupos químicos de las proteínas y ácidos nucleicos de las bacterias, virus y hongos (Sánchez y Sáenz, 2005). Uno de los más usados en la desinfección es el Glutaraldehído, el cual actúa sobre la pared celular a nivel de los puentes cruzados del peptidoglicano. Es utilizado para la desinfección de superficies, es más potente y menos tóxico que el formaldehído, y no es corrosivo frente al metal y otros materiales (Russell y Hopwood, 1976; Sánchez y Sáenz, 2005).
Los alcoholes son compuestos orgánicos del agua que actúan destruyendo la membrana celular y desnaturalizando las proteínas. Poseen una rápida acción y amplio espectro, actuando sobre bacterias grampositivas y gramnegativas, incluyendo micobacterias, hongos y virus (Sumano et al., 2015; Diomendi et al.; 2017). Los alcoholes asociados a otros productos, como amonios cuaternarios, tienen añadido el efecto de acción característico de estos compuestos, potenciándolos (Arévalo et al., 2000). Los alcoholes habitualmente usados son el etanol y el isopropílico. El alcohol isopropílico tiene un poder desinfectante superior al del etanol, además es menos volátil y menos corrosivo sobre los objetos metálicos (González, 2003).
En la actualidad son muchos los que reconocen las ventajas que brinda realizar combinaciones de productos químicos para efectuar desinfecciones, debido a que se puede producir una sinergia de estos. Las razones para sinergizar un desinfectante pueden ser las siguientes: ampliación del espectro antibacteriano, reducción de las propiedades tóxicas o agresivas de cada desinfectante, lograr mayor persistencia en la superficie tratada, potenciación del efecto propio de cada componente, menor tiempo en su biodegradación, mayor rendimiento por metro cuadrado de superficie tratada, evitar problemas de corrosión y olores agresivos, y variar aspectos económicos (Zaldivar, 2014).
Diferentes autores obtuvieron mejores resultados combinando productos desinfectantes que usándolos por separado observando que las ventajas de las combinaciones se deben a su efecto sinérgico. Es así como, presentan una mayor acción contra los microorganismos y el inicio de su actividad antimicrobiana en un menor tiempo, a diferencia de cuando son usados los desinfectantes por separado (Rodríguez et al., 2010; Gutiérrez-Martín et al., 2011; Singh et al., 2012; Chinedul et al., 2014; Mor et al., 2015).
Respecto a la eficacia, los controles químicos y bacteriológicos para valorar la calidad de las desinfecciones preventivas son indispensables, siendo necesario que sean lo más extenso posible y se utilicen métodos precisos. El control bacteriológico de la desinfección, aunque es un método laborioso y costoso es de mucha confianza; solo mediante esta forma de verificación es posible comprobar objetivamente la eficiencia final de la desinfección (Cepero et al., 2007).
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