El huevo no sería tan importante en nuestra cultura, tanto gastronómica como popular, si no fuera por el conjunto de granjas avícolas de puesta que trabajan y producen este gran alimento. Por este motivo, en este artículo queremos detallar algunas claves de una buena producción de huevos.
¿Cuándo se empezó a producir?
Si echamos la vista atrás, el primer momento en que el huevo se comenzó a producir en nuestras casas fue en torno al año 6000 a.C., cuando los pobladores de algunas regiones de Asia y de la India decidieron domesticar a las gallinas salvajes. Esta práctica tan innovadora y extraña en esa época definió los primeros pasos de lo que hoy conocemos como avicultura.
No fue hasta la década de los 70 cuando se empezó a tecnificar la producción de este preciado alimento y se incorporó en varias comidas de nuestro día a día, siendo un producto fundamental en nuestra dieta mediterránea. Para dar este gran paso, se tuvieron que optimizar todos los procesos y mejorar la genética de las aves para conseguir una producción lo más eficiente posible.
Durante los últimos tiempos, la gallina ponedora ha evolucionado hacía una mayor productividad expresada en términos de masa de huevo diaria. Dependiendo del objetivo que busque la empresa, esta productividad puede evaluarse en forma de mayor cantidad de huevos o, por otro lado, mayor tamaño.
En la avicultura modera, es fundamental que las aves puedan mostrar todo su potencial producto durante el período de puesta para una esperada producción de huevos. Por ello, el éxito en este proceso se produce debido a los altos índices de productividad que vienen influenciados por la genética del ave, su nutrición, el ambiente donde habite y el manejo que se le proporcione.
¿Qué aspectos son relevantes?
El manejo correcto de las crías de las ponedoras permite alcanzar los mejores resultados técnicos y económicos dentro de esa explotación. Por este motivo, entre otros factores, es vital planificar adecuadamente las instalaciones, regular la temperatura ambiente u organizar una buena alimentación para las ponedoras.
De esta manera, algunas claves para obtener la máxima eficiencia en este proceso son:
- Temperatura: La temperatura ambiental es un factor muy importante que puede afectar al rendimiento de las aves ponedoras. Las temperaturas superiores a los 27°C pueden causar malas formaciones del huevo o reducción de la tasa de postura, entre otras consecuencias. Asimismo, el estrés térmico puede causar altos índices de mortalidad, dependiendo de la magnitud y duración.
- Densidad: La reducción de área por ave puede repercutir de manera negativa en el crecimiento y desempeño de la ponedora si se practica de una manera constante. Una alta densidad comporta un desequilibrio en la ingesta de raciones que repercute en una reducción del peso vivo y en el desarrollo muscular y esquelético del ave.
- Programa de alimentación: Un buen programa de alimentación permite adecuar los niveles de nutrientes de acuerdo con la edad y el desarrollo de las aves y proporcionar cantidades adecuadas de acuerdo con la exigencia nutricional prevista. De la misma manera, permite optimizar los costos y reducir tanto el exceso de nutrientes como la excreción de nutrientes no utilizados.
Sin embargo, en relación a este último punto, es importante conocer los aspectos nutricionales adecuados para las distintas fases de desarrollo de las ponedoras, ya que de otra forma los anteriores puntos mencionados no tendrían relevancia y la producción de huevos se vería disminuida.