Manejo & Bienestar

La crisis de las 18 a las 35 semanas en las ponedoras comerciales

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La etapa de las 18 a las 35 semanas es una de las más importantes de la vida productiva de las ponedoras comerciales; es ahí en donde se define si una parvada de aves será económicamente rentable y de lo que suceda en este periodo dependen los resultados zootécnicos y por ende económicos de una parvada.

Entre las semanas mencionadas suceden algunos eventos que pueden afectar ostensiblemente los parámetros más sensibles para la productividad del lote.

Esta serie de sucesos se han denominado comúnmente “La crisis de la 18 a las 35 semanas” debido a que las aves presentan comportamientos fisiológicos y productivos, que hacen encender las alarmas en todas las disciplinas involucradas en la administración de la granja (cuidadores, administradores y personal técnico).

Las aves generalmente no logran llegar al consumo de alimento esperado, se deteriora la ganancia de peso y la uniformidad, tampoco logran llegar al peso esperado ideal o pueden sobre-pesarse de manera exagerada; si arrancan postura lo harán con huevos muy por debajo de la talla comercialmente aceptable o generalmente postergan su arranque de producción mientras mejoran las condiciones que las afectan, y/o difícilmente llegan al parámetro de postura ideal para la edad según el patrón de la estirpe.

Una parvada con “crisis de la 18 a las 35 semanas” generalmente tendrá un menor número de huevos por ave alojada (HAA), un menor peso adulto o exagerado sobrepeso (> 15%), una mayor cantidad de huevos de bajo peso, menor masa de huevos producida y una mayor mortalidad por prolapsos y picaje.

La presentación de este evento, no se liga a la estirpe, al tipo de explotación o a la empresa, está más bien ligado a un lote o parvada que no fue manejado adecuadamente durante las etapas previas a la madurez sexual.

  • Baja uniformidad de la parvada
  • Bajo desarrollo del tracto gastrointestinal
  • Utilización de alimento con granulometría inadecuada
  • Bajo consumo de alimento
  • Baja ingesta de fibra durante la etapa de desarrollo o levante
  • Utilización de alimentos con alta concentración de nutrientes en la etapa de desarrollo
  • Uso de alimentos granulados hasta la semana 18
  • Inadecuada utilización o inexistencia de un plan de iluminación
  • Un despique incorrecto

El trabajo sobre la uniformidad de la parvada empieza con la llegada del lote y debe mantenerse un estricto control sobre ella, hasta finalizar la vida útil de las aves, por lo que se hacen necesarias prácticas como el pesaje semanal durante todo el ciclo y el grading o clasificación por pesos durante las etapas de cría y recría.

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El control del pesaje no debe hacerse como un dato estadístico más para llenar gráficas, sino que debe ser utilizado para tomar decisiones importantes como la programación de la cantidad de alimento a suministrar a las aves día a día, la realización de ciertas prácticas de manejo durante las etapas de cría y recría y para manejar el tamaño, el número y el costo del huevo manipulando ya sea la ingesta del alimento y/o la concentración de la dieta.

La uniformidad debe estar ojalá lo mas cercana al 90%, lo que generaría aves con igualdad de condiciones para acceder al agua y al alimento logrando llegar a picos de producción altos y larga persistencia en la curva de postura de huevos.

 

La estimulación para el incremento del tamaño del tracto gastro intestinal (TGI) debe hacerse desde la 5° semana aproximadamente, aumentando levemente los niveles de fibra incluidos en la ración además de usar alimentos con granulometría gruesa (1200 – 1300 micrones), buscando favorecer la “gimnasia” digestiva aprovechando en las aves su condición biológica de granívoras, provocando además un incremento en las microvellosidades intestinales, la que favorece la absorción de nutrientes, el control de la flora patógena (E. Coli, Salmonella y Clostridium), el incremento de la flora benéfica (Bifidubacterium y Lactobacillus) e incrementando la formación de defensas desde el intestino.

Los niveles de fibra a consumir para lograr el efecto antes mencionado deberían estar lo más cercanos posible al 3% para la etapa de cría (0-5 semanas), a 3,5% para la recría (6-10 semanas) y entre 3,5 – 4,5% para las etapas de desarrollo o levante (11-16 semanas) y prepostura (17-18 semanas).

Si antes de las 18 semanas no se utiliza el alimento con la granulometría adecuada, lo mas probable es que no se logren los consumos requeridos, debido a que las aves en primer lugar rechazan las partículas finas en el alimento y además tardarían más tiempo en consumirlo.

No lograr que las aves en esta etapa tengan los consumos recomendados hará que su ingesta de nutrientes esté por debajo de las necesidades limitando en primer lugar su crecimiento y desarrollo y en segundo lugar el índice de puesta y el peso ideal del huevo; además debemos tener en cuenta que, en este rango de semanas las ponedoras tienen su máxima exigencia nutricional, pues tienen necesidades para cubrir sus requerimientos de mantenimiento, crecimiento, formación de plumas, producción de huevos, deposición de grasa, formación de cáscaras y una sumatoria de eventos que generan estrés como son:

Una práctica muy común en producción de ponedoras es que si los pesos de las aves no se están alcanzando, se ejerce una presión indebida sobre los nutrólogos para que formulen alimentos con altas concentraciones de nutrientes (proteína, aminoácidos y energía metabolizable) desde temprana edad, provocando con esto, parvadas con muy bajos consumos de alimento acumulado a las 18 semanas y que si bien algunas veces se logran los pesos ideales y a veces hasta sobrepesos, la ingesta requerida de nutrientes acumulada no ha sido la adecuada, por lo que se empezaría a padecer la “crisis”.

Llegar a la etapa de arranque de postura con consumos muy bajos, obliga en algunos casos a una práctica errónea pero muy difundida de la escuela nutricional americana, que es la de suministrar en esta etapa (18 – 35 semanas) alimentos con altas concentraciones de nutrientes con base en energía metabolizable, lo que agrava la baja ingesta de alimento, ya que las aves a esta edad responden a la ingesta de energía, manteniendo los consumos bajos, por llenar rápidamente su necesidad al activar el mecanismo hipotalámico de la saciedad, pero agravando la condición de “crisis” por no llenar otros requerimientos aún mas importantes en esta etapa como son los de proteína y aminoácidos.

La práctica de la escuela europea que consiste en concentrar todos los nutrientes excepto la energía, es la más conveniente para esta etapa crítica, pues los requerimientos de energía van en función del peso vivo o peso metabólico del ave, la que se encuentra aún en crecimiento y sin llegar a su peso adulto, pero sus necesidades de proteína y aminoácidos sí son indispensables para que pueda seguir creciendo y en caso de que la energía se encuentre en déficit, las aves buscarán la energía en el alimento incrementando su consumo; o en su defecto convertirán en energía los aminoácidos y proteína consumidos en exceso, reacción que no sucede a la inversa, es decir, la energía no puede convertirse en proteínas y aminoácidos, pero éstos si pueden convertirse en energía.

Si bien las actuales normas de bienestar animal están exigiendo que la práctica del despique sea retirada de los planes de manejo de las ponedoras, en Latinoamérica todavía se permite, y de lo bien que se realice depende mucho el futuro desempeño de la parvada y la presentación o no de la “crisis”; en el despique deben utilizarse las herramientas adecuadas, en buen estado y no debe excederse la temperatura en el caso del despique o corte con cuchillas.

Los genetistas trabajan en procura de que esta práctica no sea necesaria, pero la presión y el estrés a los que son sometidas hoy las ponedoras hacen que éstas se picoteen haciendo necesaria la práctica.

Algunos productores han explorado despicar a las aves a diferentes edades, encontrando con las líneas de hoy, unos mejores resultados con un despique único entre los días 7 y 12 o máximo entre los días 30 a 40, encontrando una respuesta rápida al consumo de alimento, una menor mortalidad y un menor efecto sobre el peso; también está volviendo la práctica abandonada hace unos años del despique por rayos infrarrojos, la cual debe hacerse en incubadora al nacimiento y que fue rediseñada y relanzada al mercado hace un par de años, de la cual conozco lotes terminados a 90 semanas con mortalidades muy bajas, incluso por debajo de la tabla.

Ejemplo de despique mal hecho

La vida productiva de las ponedoras comerciales está condicionada por lo que suceda en dos etapas importantes, que a su vez infieren sobre todos los parámetros de importancia económica; esas etapas son: la de cría (0–5 semanas) y la de máxima producción (18-35 semanas); de lo que suceda allí dependerá el éxito productivo y económico.

ETAPA DE CRÍA (0-5 semanas)

Se forman todos los órganos de demanda nutricional y generación de defensas de las aves, afectando a la ponedora hasta el término de la vida productiva en parámetros como huevos por ave encasetada, persistencia de la producción, índice de puesta y viabilidad;

ETAPA DE MÁXIMA PRODUCCIÓN (18-35 semanas)

Se termina de armar la máquina de poner huevos, las aves terminan de ser pollonas, maduran sexualmente y empiezan a poner huevos que es la esencia del negocio.

Las ponedoras comerciales para no presentar la “crisis” mencionada y ser rentables, deben:

Sumado a lo anterior debemos suministrar un alimento con la calidad nutricional recomendada y con granulometría gruesa (por lo menos entre 75 a 80% de partículas entre 0,5 y 3,2 mm) y un buen plan de estímulo lumínico.

Si lo anterior se cumple estaremos alejando el fantasma de la crisis y con esto las pérdidas económicas.

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