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Por Jose Luis Valls García, Veterinario Consultor Avícola
El aire que nos rodea no es excepción, así es que de cierta forma, se puede «medir» la temperatura del aire ambiente, midiendo la temperatura de la capa más externa de la piel en contacto con él, y sentirse más o menos a gusto según esta sea menor o mayor.
Se llama sensación térmica a la reacción de los seres vivos ante el conjunto de condiciones del ambiente que determinan el clima desde el punto de vista térmico. Es costumbre decir que hace calor o frío, en función de lo que dice un termómetro corriente, pero no solo la temperatura (seca del aire) determina la sensación que siente un ser vivo, sino otra serie de parámetros que pueden mejorar o empeorar la sensación.
Los factores más influyentes son la humedad relativa ambiental y la velocidad del aire.
Esta sensación térmica que corresponderá a la temperatura de la piel, está influida notablemente por varios factores, de manera que nuestro «medidor» de temperatura natural, puede diferir notablemente de un termómetro físico. Por tal motivo, se puede sentir más frío o calor del que realmente existe, teniendo en cuenta sólo la temperatura ambiente.
El mantenimiento adecuado de la temperatura durante el inicio de la crianza de las aves es esencial. Sólo viendo el comportamiento de los pollitos con su distribución en la nave, frente a los focos de calor, nos va a indicar si el manejo de la temperatura se está haciendo bien.
La humedad relativa es uno de los factores como se ha visto, que junto a la temperatura va a incidir en el inicial comportamiento de los pollitos y en el que van a tener después durante la crianza. Tal es la relación entre temperatura y humedad, que sus variaciones harán modificar el estado de confort de las aves.
Siempre se debe condicionar la temperatura de las aves con la humedad existente.
El control conjunto de la temperatura y de la humedad, además de conseguir una mejor sensación térmica a las aves y lograr un mayor nivel de bienestar animal, puede hacernos ahorrar mucho dinero en la calefacción de la crianza. Pero, sólo si tenemos un control riguroso de los dos parámetros, se debe intentar manejar correctamente este binomio. De lo contrario las aves sufrirán nuestras equivocaciones y nosotros después recogeremos los frutos de nuestros fallos.
En el gráfico 1 se puede comprobar que la sensación térmica que reciben las aves a una determinada temperatura y humedad – círculo rojo – , es la misma sensación térmica que la que reciben a otra determinada temperatura y humedad – círculo verde -. Pero la diferencia de grados de temperatura entre una sensación y la otra es importante.
Esta posibilidad de comparar sensaciones térmicas debe hacerse dentro de unos parámetros lógicos para la crianza de las aves, pues si extremamos las comparaciones de las sensaciones térmicas podemos llegar a niveles por ejemplo de excesivas humedades, que terminarán estropeando irremediablemente las camas de las crianzas.