Estimular el consumo de pienso.
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Estimular el consumo de pienso.
Medidas como la puesta en funcionamiento de los comederos automáticos con mayor frecuencia o la agitación manual de los comederos, caminar lentamente entre las aves, buena granulación del alimento, la iluminación continua o la utilización de raciones altas en nutrientes, se utilizan para compensar la reducción del consumo durante el estrés calórico. No se deben aplicar medidas para motivar el consumo en los momentos más calurosos del día sino en la noche, ya que un incremento de consumo lleva consigo un aumento en la producción de calor por el ave.
Presentación del pienso.
Es fundamental vigilar la presentación del alimento. La migaja o el gránulo deben ser de buena calidad para favorecer el consumo de pienso. No se deben realizar variaciones bruscas en la presentación ya que también van a afectar al consumo.
Materias primas.
Se deben vigilar estrechamente los parámetros de calidad de las materias primas, por ejemplo, los niveles de potasio de la harina de soja, los niveles de acidez y enranciamiento de las grasas, etc.
Calidad del pienso.
Aumentar los niveles de aminoácidos.
La proteína es el nutriente que genera mayor cantidad de calor cuando es utilizada por el animal, de ahí que en condiciones de alta temperatura, lo que menos necesita el ave es una dosis extra de calor corporal. Se debe reducir el nivel de proteína de la dieta al mínimo necesario para cumplir con los requerimientos de aminoácidos, lo que se consigue con la máxima utilización de aminoácidos sintéticos.
Un incremento de un 5 a un 10% en los aminoácidos más limitantes, como son metionina y lisina, puede mejorar los rendimientos productivos de las aves, siempre y cuando la proteína bruta permanezca a un nivel mínimo razonable. Se ha reportado que, en situación de calor, un aumento de la relación arginina-lisina mejora el índice de conversión. La betaína ha demostrado proteger a las células del estrés osmótico (propio de un estrés calórico), que se traduce en una mayor hidratación del tejido muscular y por lo tanto se reduce la degradación proteica.
Es conveniente ajustar la relación energía/proteína, aumentándola e incrementando el porcentaje de grasa en la dieta como fuente de energía. Las grasas, como fuente de energía, producen menos calor que los carbohidratos durante el metabolismo, y además, se produce 1,6 g. de agua metabólica por cada gramo de grasa, lo cual ayuda más al pollo a combatir el calor. El calor metabólico procedente de los carbohidratos en monogástricos es un 30% superior que el procedente de la grasa.
Adición de bicarbonato sódico
Su utilidad, a niveles de 0,20-0,25 % en la ración, se ha demostrado, especialmente si se comienza a suministrar a las aves unas semanas antes de la época habitual del año en que ocurren las más elevadas temperaturas. Una precaución necesaria en este caso es la de reducir simultáneamente el nivel de cloruro sódico añadido con el fin de evitar una doble suplementación de sodio. Se puede reemplazar el 50% de la sal añadida por bicarbonato sódico.
Suplementación vitamínica
Es importante que se suministre una buena premezcla con el nivel adecuado de vitaminas. Se han encontrado respuestas positivas a vitaminas del grupo B, vitamina E -efecto protector contra la oxidación de membranas celulares- y vitamina C -interviene en la producción de hormonas adrenales reduciendo el nivel plasmático de corticosterona en pollos con estrés calórico-.
Reducción de la densidad de población
Las pérdidas sensibles de calor en un grupo pueden ser de un 30 a un 60% de las pérdidas experimentadas por un ave que se encuentre fuera del grupo. No se pueden dar recomendaciones concretas ya que varían según las condiciones de la instalación, aunque sí debemos recordar que la densidad no se refiere a animales por m2 sino a kilos de carne por m2. Debemos insistir en la tría de las aves. Las aves deben estar uniformemente distribuidas en la nave. Esto también tiene importancia por la accesibilidad a comederos y bebederos.
Acciones en el agua de bebida
Es el factor principal de control cuando se trata del estrés calórico. Si conseguimos que los pollos beban más, soportarán mejor el estrés por calor y crecerán más.
Mantener el agua fría (20-25ºC) antes de que llegue a las aves. Se deben aislar las cañerías descubiertas que suministran agua a las naves y se deben drenar 3-4 veces al día
Electrolitos
Cloruro amónico (NH4Cl), cloruro potásico (ClK), cloruro sódico (NaCl) y sulfato potásico (K2SO4).
Inducen aumento de consumo de agua. Ayudan a combatir la alcalosis respiratoria (disminuyendo el pH sanguíneo) y el desequilibrio del balance sodio y potasio.
Otra opción puede ser la adición de bicarbonato (HCO3-) para compensar las mayores pérdidas del mismo al eliminar el CO2 producido como consecuencia del jadeo.
Vitamina C.
1 g./litro Multivitaminas Glucosa 4%.
Regula la viscosidad sanguínea y la osmolaridad plasmática.
La conductividad térmica de la piel está relacionada directamente con el flujo sanguíneo hacia la piel
Carnitina + Sorbitol + Sulfato de Magnesio.
Influyen sobre el metabolismo de los lípidos y eliminando el exceso de ácidos grasos circulantes, hace mejorar el estado de los animales ante un golpe de calor.
Modificar el programa de iluminación.
Se debe dar iluminación en las horas más frescas del día, estimulando así el consumo de pienso en esos momentos.
Aclimatación al calor.
Consiste en la capacidad para tolerar el estrés por calor mediante el contacto gradual con altas temperaturas, reduciendo así el número de muertes. Una técnica consiste en estimular a los pollitos de 5 días de edad mediante la exposición a un calor elevado (37- 38ºC) durante 24 horas, volviendo seguidamente a una temperatura de cría normal. Si el acondicionamiento térmico se hace bien, los pollitos se vuelven más resistentes cuando se ven sometidos a una fuerte subida de la temperatura hacia los 40 días.
Ayuno.
Las aves alimentadas ad libitum tienen una temperatura superior en 1,5ºC respecto a las aves con restricción alimenticia debido a la relación directa entre consumo de pienso y producción de calor (la digestión produce calor). Intervalos de ayuno de por lo menos 3 horas antes de la iniciación del estrés calórico fortalecen la viabilidad. Suprimir el alimento después del inicio del estrés calórico es de poca utilidad. La preocupación más frecuente es que el crecimiento se vea perjudicado, pero esta opción busca mejorar la supervivencia.