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Durante los últimos años, la gallina ponedora ha evolucionado hacía una mayor productividad expresada en términos de masa de huevo diaria. Dependiendo del objetivo comercial, esta productividad puede expresarse en forma de mayor número de huevos o bien en forma de tamaño.
Hoy en día, a nadie escapa que, dentro de los programas de selección, se incluye el índice de conversión como un factor de mejora. Sin embargo, no podemos esperar que esta mejora recaiga enteramente sobre la selección.
La ponedora actual requiere un mayor aporte de nutrientes y, sin embargo, en muchas ocasiones nos encontramos que la nutrición apenas ha variado durante la última década. Evidentemente, en sistemas libres de jaula, debido a la mayor actividad de las aves, estos requerimientos son aún mayores, aunque el potencial productivo sigue siendo el mismo para ambos sistemas.
La etapa de recría, vital para garantizar la productividad de la futura ponedora
La nutrición y manejo de las aves se deben cuidar desde la etapa de recría, siendo esta clave a la hora de establecer las bases para alcanzar la máxima productividad de las aves y donde, además, se deben de cuidar los aspectos relacionados con el comportamiento.
La energía en la alimentación de las aves
La energía, aunque no es un nutriente, es considerada como tal representando el mayor coste en la alimentación de las aves.
Ejemplo: En Reino Unido es frecuente encontrar consumos de 115-117g en sistemas camperos cuando, a priori, encajaría más con consumos en jaula.
En los sistemas libres de jaula debemos mantener a las aves “entretenidas”, ya que permanecer durante más tiempo en el comedero es uno de los factores importantes para evitar desviaciones en su comportamiento.
A partir de la semana 9-10 de vida, las aves son capaces de regular la ingesta de pienso en función del nivel energético del mismo, por lo que a partir de este periodo la reducción de los niveles energéticos con respecto a fases anteriores junto con el aporte de fibra insoluble, una correcta granulometría, número de aves/m2 y un adecuado programa de distribución de pienso, entre otras, nos ayudarán a potenciar la capacidad de consumo.
El óptimo desarrollo del tracto digestivo durante el periodo de recría, que garantice un volumen y capacidad digestiva adecuados al comienzo de la fase de puesta, es fundamental para procurar a las aves una adecuada ingesta de nutrientes que garantice el máximo nivel productivo.
Entonces llegamos al punto en el que, en ambos tipos de sistemas, tenemos que preparar a las aves para que sean capaces de consumir una mayor cantidad de alimento (que además suele ser más voluminoso debido a las materias primas incluidas), puesto que a priori trabajaremos con una menor densidad energética.
Inclusión de fibra
La inclusión de fibra insoluble tiene un impacto sobre tres aspectos:
El hecho de incluir fibra insoluble grosera junto con niveles m.s moderados de energía se ha asociado no solamente con una menor velocidad de consumo (menos g/minuto) y un mayor tiempo de retención de la digesta (2.9-6.0 minutos/g fibra) si no además con el aumento del nivel de saciedad de las aves, reduciendo la posibilidad de que se den episodios de picaje. (Mens y col. 2020.)
En la gráfica 5 se puede ver un ejemplo de las necesidades energéticas (kcal/ave/ día) de un ave en un sistema libre de jaula entre las 18 y 33 semanas que es donde, con frecuencia, nos encontramos con problemas de consumo y donde la mayor contribución pertenece al mantenimiento y producción.
Mientras que en la gráfica 6 observamos como un ave con adecuada capacidad de ingesta, logra mantener su ingesta de energía (kcal/ave/d.a) relativamente en línea con sus necesidades (verde medio).
Por el contrario, aquellas aves con baja capacidad de ingesta (verde oscuro) no conseguirán alcanzar sus necesidades energéticas, y aunque la producción comenzará, no lo hará sino a costa de utilizar sus reservas corporales comprometiendo seriamente la productividad del lote.
Densidad de las aves
En relación también con el consumo, tanto en la fase de recría como en puesta, otro aspecto que a veces se ignora siendo también importante, es el número de
aves que alojamos: la densidad (aves/m2). Esta, además de afectar al consumo, también tiene implicaciones sobre el comportamiento.
Son varios los estudios que han mostrado una reducción en consumo además de afectar al crecimiento de las aves durante la fase de recría con el aumento en la densidad.
En sistemas en jaula, Carey y col. (1987) mostraron la reducción en el consumo con el incremento de la densidad, as. como en el peso vivo.
Evidentemente, aquí, no se tuvo en cuenta un factor determinante para el consumo: la longitud de comedero por ave. En este sentido, la mayor disponibilidad de espacio de comedero proporcionar. un mayor consumo de pienso.
En cualquier tipo de sistemas la reducción de espacio conlleva además de la reducción en el consumo, junto con otros factores, cambios en el comportamiento que pueden desencadenar situaciones de picaje y canibalismo.
Así mismo, y en relación con el espacio disponible en sistemas libres de jaula, el hecho de proporcionar suficientes perchas desde el comienzo (tan pronto como desde la 4ª semana), ejerce una influencia positiva sobre el comportamiento y conocimiento espacial durante la fase de puesta: está asociado con un menor número de huevos en suelo al comienzo de la producción (Appleby y col., 1988 & Gunnarsson y col. 1999) y reduce la incidencia de picaje-canibalismo.
Eso sí, perchas con una disposición espacial lógica que permita a las aves moverse fácilmente por todos los niveles del sistema.
Por tanto, se han de cuidar estos aspectos desde el primer día de vida para asegurarnos de que las aves tienen a su disposición todo lo necesario para alcanzar su máximo potencial.
A este respecto B. Huber-Eiecher y col. (1999) reportaron como, a partir de 10 pollitas/ m2, la probabilidad de que se presenten episodios de picaje durante el periodo de recría es 6.4 veces mayor.