El pollo es una de las fuentes más accesibles y nutritivas de proteína animal, lo que lo convierte en un pilar clave en una dieta saludable y balanceada.
Según diversos expertos, este alimento no solo es accesible económicamente, sino que también aporta una gran cantidad de nutrientes esenciales que contribuyen al bienestar general. Una ración de 100 gramos de pollo ofrece aproximadamente 18.2 gramos de proteína, 10.2 gramos de grasa y solo 170 kilocalorías, convirtiéndolo en una opción ideal para quienes buscan mantener una alimentación balanceada.
Además, es rico en minerales como hierro, zinc y fósforo, así como vitaminas del complejo B y ácido fólico, componentes clave para el funcionamiento óptimo del organismo.
Sin embargo, la clave para aprovechar todos sus beneficios nutricionales radica en la elección de la pieza de pollo:
La pechuga, considerada la opción más saludable, se destaca por su bajo contenido de grasa, especialmente si se consume sin piel.
La Federación Española de la Nutrición resalta que la pechuga de pollo es particularmente rica en proteínas de alta calidad y grasas monoinsaturadas, entre ellas el ácido oleico, beneficioso para la salud cardiovascular. Además, es una excelente fuente de agua y tiene un bajo contenido de sal, lo que lo convierte en una opción adecuada para quienes buscan controlar su ingesta de sodio.
Integrar el pollo en la dieta diaria puede tener múltiples beneficios para la salud. No solo contribuye a fortalecer los músculos y a mantener la energía, sino que también ayuda a prevenir enfermedades relacionadas con deficiencias nutricionales. En resumen, el pollo, especialmente la pechuga, es un alimento esencial en una dieta balanceada, pues ofrece una excelente fuente de proteína, vitaminas y minerales sin recurrir a un exceso de calorías o grasas saturadas.
Su incorporación en la alimentación diaria favorece tanto la salud general como la prevención de enfermedades.
