De estos consumos la energía necesaria para aportar la temperatura de funcionamiento de la instalación es sin ninguna duda la que más incide en el bolsillo del ganadero que, nos guste o no, estamos hablando de empresarios que tienen un negocio y que por ello deben ingresar el máximo posible con el mínimo coste.
Calefacción en avicultura: SÍ, ¿pero cuál?
La decisión sobre el sistema de calefacción siempre tiene que hacerse con números sobre la mesa y decidir con criterios de comodidad y beneficio
En el mundo de la producción de broilers y otras producciones avícolas de carne la calefacción no es un tema banal o secundario que se tenga que abordar tarde o temprano. Es una cuestión vital, que afecta directamente al bolsillo del ganadero y que si no se escoge bien desde el principio supone una sangría constante o, como bien se dice en algunas localidades, se tiene los bolsillos agujereados.
¿Por qué es tan vital?
El sistema mayoritario y dominante en estas producciones ganaderas es el de la integración o también conocido como la verticalización que permite trabajar con unos contratos que aportan seguridad en el funcionamiento de la granja pero en el que habitualmente el ganadero tiene que aportar la mano de obra y el mantenimiento de las instalaciones, es decir, la energía.
Por ello la calefacción es siempre una decisión que va a influir durante un largo periodo de tiempo, pues no son inversiones bajas que podamos dar un golpe de carpeta y cambiar cada cuando nos parezca adecuado. De poder hacer se puede hacer, evidentemente, pero las inversiones necesitan ser amortizadas para rentabilizar el negocio.
Lo primero siempre es necesario realizar un estudio lo más racional posible de la situación de nuestra instalación. Si es nueva o vieja, el sistema de ventilación o renovación del aire, orientación respecto al sol, estado de los aislamientos, diseño de la nave o naves, etc.
Una vez hemos revisado a fondo, hay que decidir las medidas necesarias a realizar. Si el sistema de aislamiento es viejísimo, lleno de ratones u otras alimañas, agujeros o un sinfín de problemas, hay que valorar si es necesario cambiar el sistema de calefacción o invertir en aislamiento y por ello la nave en general.
A menudo mejorando las condiciones de la nave el sistema de calefacción, aunque obsoleto, puede mejorar sustancialmente su rendimiento, y quizás es mejor realizar este paso previo antes de cambiar la calefacción, pues aunque esta sea nueva su rendimiento se verá afectado por las deficiencias de la nave, obteniendo igualmente un consumo desorbitado.
Del mismo modo, un sistema de calefacción que ya está amortizado hace muchos años y que genere un sin número de averías necesitando una supervisión atenta diariamente, debemos plantearnos una solución, pues nuestro trabajo no es hacer de mecánicos-electricistas, sino de cuidador de animales.
Una vez hemos decidido que es necesario invertir en una nueva calefacción es cuando nos vienen todos los males. ¿Qué sistema elijo?
Primero hay que decidir el material combustible que utilizaremos. No hay excesivas diferencias de funcionamiento entre calderas de gas, gasoil, pellets o madera, siempre y cuando la elección de la caldera sea por criterios técnicos y no económicos. La principal diferencia será generalmente el mantenimiento de unas o otras y sobre todo la disponibilidad del combustible seleccionado.
Una caldera que utilice biomasa puede ser muy interesante si se dispone de biomasa barata, de lo contrario el ahorro puede ser no solo inexistente sino incluso suponer un coste añadido.
Hay zonas muy locales que disponen de recursos en forma de subproductos de gran interés, como puede ser la cáscara de almendra o de la aceituna, por poner un ejemplo. Pero que a partir de cierta distancia o un consumo local elevado puede generar épocas donde no dispongamos del producto o que el precio se someta a movimientos especulativos, por tanto hay que estudiar detenidamente su uso.
La decisión siempre tiene que hacerse con números sobre la mesa y decidir con criterios de comodidad y beneficio. Siempre hay que tener presente que en determinadas circunstancias la decisión tiene también muchos sesgos debido a las preferencias personales, que evidentemente son cruciales, ya sea por motivos bioecológicos por ejemplo o por seguridad (si por ejemplo tuvo una incidencia de un conato de incendio en un sistema determinado).
Un factor que también se tiene que considerar es la fluctuación de mercados, como puede suceder con el gasoil y en menor medida pero también importante el gas. La valoración es difícil para nosotros, pero existen numerosos expertos que pueden aconsejar sobre las tendencias próximas.
El sistema de calefacción tiene una variedad increíble de soluciones que se pueden escoger. Desde las placas, cañones, estufas, calefactores, suelo radiante... En todos ellos hay que valorar el sistema de renovación de aire y los equipos que disponemos. Por ejemplo si se dispone de intercambiadores de calor, los sistemas pueden ser mucho más flexibles y la ubicación de estos respecto a la calefacción tiene una importancia capital para aprovechar al máximo el ahorro.
La elección debe contemplar la presencia o no de ordenadores de control ambiental que integren ventilación, calefacción y otros equipamientos, ya que en estos casos la optimización de los recursos puede llegar a ser muy rentables con costes realmente ínfimos respecto a años atrás. Por ello la caldera debe poderse conectar con el ordenador y funcionar en un todo integrado para su rendimiento óptimo.
Aunque no parezca que tenga importancia, la calidad de la yacija también tiene su importancia en la elección del sistema de distribución de calor.
Si habitualmente la yacija es húmeda, el sistema elegido debe contemplar la capacidad de secar ésta y sobre todo de tener una distribución amplia que reparta adecuadamente en todos los rincones.