«Han ocurrido muchas cosas desde la última encuesta que realizamos en 2019, entre ellas una pandemia mundial y el estallido de la guerra en Europa. Tales acontecimientos tienen consecuencias dramáticas y, como era de esperar, observamos que el aumento del coste de la vida está afectando más que antes a la elección de los alimentos por parte de muchos europeos.”, afirma Bernhard Url, el director de la EFSA.
¿Qué factores tienen en cuenta los ciudadanos a la hora de comprar alimentos?
Lo que quieren los ciudadanos y lo que propone la UE: Repensando la estrategia “De la granja a la mesa”
La plataforma "Somos Ganadería", en la que colaboran ASEPRHU, Federovo e INPROVO, publica periódicamente artículos de sus miembros con información de interés en defensa de la ganadería y los productos de origen animal, como parte de la iniciativa "European Livestock Voice". El más reciente de ASEPRHU se titula ¿Qué pedimos los ciudadanos a nuestro modelo alimentario? Repensando la estrategia “de la granja a la mesa” . En él repasa los datos recientes sobre los factores que tienen en cuenta los ciudadanos a la hora de comprar alimentos y la contradicción entre la situación socioeconómica actual en la UE y las políticas de producción y consumo agroalimentarios de la UE. Reproducimos parte de su contenido:
Las prioridades de los consumidores de 2022 quedan claramente expuestas en el Eurobarómetro de EFSA sobre seguridad alimentaria y definen estos factores a la hora de comprar alimentos.
Es evidente que la Estrategia “De la granja a la mesa” surgió como política alimentaria con una visión del “primer mundo”. Refleja las prioridades y aspiraciones de una sociedad próspera sobreabastecida. Los ciudadanos, mayoritariamente urbanos, pueden pagar más por alimentos diferenciados y que cumplan sus expectativas, y la Estrategia es un modelo a su medida.
Tras su publicación, varios estudios advertían de que la Estrategia llevaría a una menor producción de alimentos en la UE, con impacto más allá de su territorio, en países de todo el mundo. Es la consecuencia de dejar a un lado la productividad, la disponibilidad y la eficiencia y apostar por un modelo más ecológico y por una producción extensiva, familiar, de proximidad, con los (en teoría) máximos estándares ambientales y de bienestar animal.
Usar más recursos para producir menos no es más sostenible y arriesga la viabilidad económica de buena parte del sector primario, que alimenta a la población de la Unión Europea y de otros países, con los que perderá competitividad. También encarece la cesta de la compra, lo que ahora es relevante, sin aportar ventajas tangibles (más allá de la forma de producción), en calidad nutricional o seguridad de los alimentos. En definitiva ¿avanzamos en la dirección correcta?
Tenemos la responsabilidad y estamos a tiempo de reorientar la Estrategia “De la granja a la mesa” de la Unión Europea para los próximos años incorporando la realidad de hoy, fruto de varias crisis superpuestas, al proceso.
La política alimentaria debe ajustarse manteniendo como objetivo a medio y largo plazo la protección del medio ambiente. Y debe evaluar además el posible impacto en los ciudadanos, territorios o actividades más vulnerables por sus condiciones socioeconómicas, capacidad de desarrollo o de adaptación. Entre otros, en muchos productores agrícolas y ganaderos, pequeños y medianos empresarios familiares en áreas rurales de toda Europa que se debaten a menudo entre mantener su actividad o abandonarla por falta de incentivos y exceso de requisitos obligatorios que añaden costes que no se compensan con los precios de venta. La Estrategia debe contar con ellos.
Una política alimentaria bien diseñada equilibra las necesidades de todos los actores del ecosistema agroalimentario para que funcione sin tensiones y de forma sostenible. Solo así se puede mantener un tejido productivo agroalimentario que cumple un papel insustituible: alimentar a los ciudadanos, además de gestionar el territorio, generar riqueza y desarrollo y proteger el medio ambiente. Servicios que los agricultores y ganaderos realizan casi en exclusiva en el entorno rural, y que a menudo no están remunerados. La estrategia alimentaria de la UE tiene que defender la continuidad de este tejido por el bien de todos los ciudadanos, y atender a las necesidades de los consumidores, de los operadores alimentarios y de nuestro planeta.