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Una mirada nueva a los decomisos avícolas

Escrito por: Ing. Fabio G Nunes - Consultor en Procesamiento Avícola - Consultor en Procesamiento Avícola
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Los defectos de canal – hematomas, fracturas u otros – son decomisados durante la faena. Aunque inherentes al negocio, los decomisos son indeseables, por las pérdidas económicas que generan. No obstante, su impacto no se restringe a la empresa, sino que va más allá de sus límites físicos, como veremos en esta nueva mirada al tema.

La calidad de canal no se “construye” a partir de la llegada de las aves a la planta, sino que desde mucho antes, por medio del trabajo interdependiente, encadenado y de largo plazo de los muchos eslabones que conforman la cadena avícola. Si el trabajo en cualquiera de esos eslabones es afectado por una debilidad o falla, en las canales se producen defectos que comprometerán su calidad y se convertirán en pérdidas económicas, directas e indirectas, que acabarán por reducir las utilidades y la competitividad de la empresa.

En dicho contexto, los decomisos se revisten de especial importancia, pues su impacto repercute en el ámbito socio-ambiental, también. Miremos a la avicultura de Brasil, que mejor conozco, para saber de qué hablamos.

El porcentaje de canales decomisadas parcialmente en los mataderos de Brasil por el SIF – Servicio de Inspección Federal, del Ministerio de Agricultura, promedia el 8% de la faena nacional, y el decomisar las canales suprime un 10% de su peso, estima el propio SIF. Así, con base en estos datos y en la tabla abajo, llegamos a que en el primer semestre del 2019 fueron decomisadas en Brasil 230 millones de canales que produjeron un decomiso de 37.710 TM de carne. ¡Busquemos entender que representa esta expresiva pérdida de carne, mirándola más allá de lo que es!

Consideremos 1,60 de conversión y luego veremos, en un cálculo simple, que se usaron 60 mil TM de alimento para producir aquél volumen de decomisos. Siendo maíz y soya un 65% del alimento, fueron desperdiciados 39 mil TM de granos, aparte de los demás ingredientes de la formula. A eso súmese todo lo demás exigido para producir los granos, el alimento y engordar, transportar y faenar las aves, y veremos que ese desecho se traduce en un sumidero de valerosos recursos naturales y materiales.

Adicionalmente, si consideramos que en el 2018 el consumo mundial de carne de pollo ha sido de 14,2 kg per cápita, veremos que las 37.710 TM hubieran sido suficientes para proveer una ciudad de 2,7 millones de habitantes por un año, pero puesto que se han convertido en harina, en nada contribuyeran a saciar el hambre de nuestro mundo. ¡Son perspectivas impresionantes!, por lo que es necesario ser más eficientes para evitar la ocurrencia de los defectos en las aves que faenamos.

Pues, más que generar decomisos, los defectos minan aún más un medio ambiente ya exiguo de recursos, impídenos de mejor alimentar el hambriento planeta en el que vivimos y encarecen los productos que llegan a la calle. Situaciones que eclipsan la responsabilidad ambiental y social que tan fuertemente han caracterizado la industria avícola en todo el mundo

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