La microbiota en las aves varía según varios factores como edad, dieta, tipo de crianza, etc. Por lo que, catalogar y estandarizar la población resulta complicado.
La microbiota en las aves varía según varios factores como edad, dieta, tipo de crianza, etc. Por lo que, catalogar y estandarizar la población resulta complicado.
Un estudio realizado por Wei et al. (2013) analizó toda la información publicada para crear un meta-análisis el cual, hoy en día, se considera el más completo.
Dicho estudio revela que se encontraron 117 géneros dentro de los cuales se incluyen Clostridium, Ruminococcus, Lactobacillus y Bacteroides, como los predominantes.
Al analizar las distintas ubicaciones del TGI podemos ver que en los intestinos, los predominantes, son los Lactobacillus, Enterococus y varios Clostridiaceae, mientras que en los ciegos se encuentran Firmicutes, Bacteroides, Protobacteria y Clostridiaceae.
De todas las bacterias que conforman la microbiota de las aves, el Clostridium perfringens (CP) ha sido uno de los más relevantes en la avicultura industrial ya que es el causante de la enteritis necrótica.
Si bien CP se encuentra dentro de la población comensal del intestino de las aves, cuando se suman ciertos factores, como daño en la mucosa intestinal o alteraciones en la dieta, se genera un crecimiento desmedido de la población y la producción de enterotoxina que lleva al establecimiento de la enteritis necrótica.
Es la enfermedad bacteriana de mayor prevalencia en la avicultura industrial.
Para que se desarrolle la enteritis necrótica es necesario que aparezcan algunos de los factores predisponentes que permiten el
crecimiento desmedido del CP.
De todos los factores predisponentes, quizás el mas importante es la coccidiosis.
Es una enfermedad causada por los parásitos intracelulares del género Eimeria spp y se caracteriza por su elevada morbilidad.
Las Eimerias poseen un complejo ciclo de vida en donde ocurren ciclos de multiplicación (asexuales) y ciclos de propagación (sexuales), todo transcurriendo en distintas etapas y lugares, tanto dentro como fuera del animal.
Este complejo ciclo de vida no solo le otorga su gran potencial biótico (de un solo ooquiste se pueden obtener, en 4 a 9 días, 500.000 nuevos ooquistes), sino también la dificultad de su control. Los brotes de coccidiosis suelen durar 8 días, en 4 días el 80% del lote esta infectado y se tardan entre 15 y 21 días en
recuperar los daños ocasionados.
Durante su ciclo de vida, las Eimerias penetran dentro del enterocito para multiplicarse. Es al momento de salir del enterocito en donde se produce el daño a la mucosa intestinal.
Este daño causa la ruptura de la integridad intestinal y el filtrado de proteínas y metabolitos a la luz intestinal, así como también un aumento en la producción de mucus (Van Immerseel et al., 2004). Esto genera un aumento de la viscosidad intestinal y la anaerobiosis, condiciones favorables para el desarrollo del CP.
La coccidiosis se puede presentar de manera clínica, con las lesiones características del intestino, o en su forma subclínica, la cual es la más prevalente de las dos.
En esta presentación, si bien no se observan lesiones, sí existe un daño microscópico de la mucosa con su consiguiente pérdida de resultados productivos y posibilidad de aparición de enteritis necrótica.
Dentro de las estrategias de control y prevención, se utilizan drogas anticoccidiales, ya sean químicos o ionóforos, así como también vacunas.
Los ionóforos son compuestos que tienen la capacidad de ingresar dentro del coccidio e interactuar con distintos cationes, causando un desbalance electrolítico dentro del parásito que culmina con su muerte. Poseen un amplio espectro de acción, pero tienen la desventaja que no suelen eliminar al 100% de las Eimerias.
Los químicos interactúan, a distintos niveles, con la cadena respiratoria del parásito, inhibiéndola. Este mecanismo es mucho más efectivo y potente que el de los ionóforos y logra una capacidad de eliminación cercana al 100%.
El problema es que si se usa durante periodos prolongados de tiempo (vía alimento) puede generar resistencia rápidamente.
Cuando se utilizan como preventivos durante periodos prolongados de tiempo es importante establecer un adecuado esquema de rotación que permita evitar la aparición de resistencias.
Por el contrario, ante brotes o para estrategias de prevención en momentos puntuales, los anticoccidiales químicos vía agua de bebida son la mejor opción.
Vetribac D® Solución es un anticoccidial para agua de bebida a base de Diclazuril al 1%.
Su potente mecanismo de acción inhibe la cadena respiratoria de los coccidios.
Esto le permite cortar el ciclo de vida del coccidios, evitando la eliminación de ooquistes al ambiente y reduciendo el daño de la mucosa intestinal.
Con tan solo 2 días de tratamiento logra eliminar las coccidiosis más severas sin daños adversos sobre el ave o la microbiota intestinal benéfica.
Vetribac D® Solución se puede utilizar como terapéutico ante la presencia de signos clínicos o coccidiosis subclínica, aplicando un tratamiento de dos días consecutivos. Así como también como preventivo entre los 20 y 25 días de edad.
De esta manera, se logra cortar el ciclo en el momento de mayor prevalencia logrando disminuir significativamente las lesiones y pérdidas productivas.
Es por esto que Vetribac D® Solución es una herramienta fundamental para el
control preciso y eficaz da la coccidiosis, así como también para la prevención de la enteritis necrótica.
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